viernes, agosto 26, 2005

Si con la almohada sirven igual

¿Por qué siempre las bonitas son tan pedantes?. Y sí. El tiempo me dio la razón. Cada mujer que pasa por mi retina, me autoveto enamorarme de ella. A lo mejor simplemente es una forma de defensa ante el rechazo. Pero me he dado cuenta que enamorarse de una top model a lo María Alberó queda sólo para los futbolistas y no para una asalariado periodista.

Pero además de parapetarme de aquel rechazo, siento que las mellizas Campos, la Quenita Larraín o Pilar Jarpa no son de mi real gusto. Claro que el piropo va igual. Pero, a mi modo de ver, lo mejor de una mujer es su fealdad. Lo que si es importante es que no sea ¡FEA!, sino que la fealdad justa y necesaria para que sea digerible por el corazón, vale decir fea.

Y es que la diferencia entre las ¡FEAS! con las feas es demasiada. Las ¡FEAS! son simplemente infumables, en tanto las feas son arreglables. Es como el sueño de aquel culebrón colombiano de Betty, la secretaria de Don Armando, quien finalmente cayó rendido ante los pies de una mujer que se saca esos bigotes y los lentes “poto botella”, e inmediatamente se convierte en una Femme Fatal. En donde finalmente y por arte de magia, pasa de ser un ogro como Shreck en su pantano, a una escultural fea reformada, o la tan afamada: fea en rehabilitación.

Es que una fea es fiel por sobre todas las cosas, es como su forma de agradecer el que estés con ella. Eso es sin duda lo que marca la diferencia entre una linda con una fea y de una fea con una ¡FEA!.

Puesto que en el caso de las lindas la necesidad de agradecimiento pasa por el varón, que debe deleitarla constantemente con chocolates, joyas, flores e interminables salidas al cine los días sábados. ¡Demasiada plata!. Además de quedar con las rodillas curtidas por la necesidad constante de arrodillarse ante ellas.

En tanto con las ¡FEAS! Es terrible. Ellas son tan poco agraciadas que tienen atrofiado el radar de hombres, por tanto, ante cualquier insinuación de algún varón, sacan su escudo, haciendo que finalmente la raza masculina no pueda establecer contacto con ellas. Además, el riesgo social que implica que te vean con una ¡FEA! es un alto, porque el estigma de haber sido pololo de una de ellas, no se olvida con nada.

Ya con las feas como primera opción, debemos buscar la precisa, porque tampoco sirve una fea media hueca. Sino aquella que mezcle su cuerpo con su intelecto. Así como una Amparo Noguera o una Antonia Zegers, aquellas actrices nacionales, que si bien no son lindas, tampoco son ¡FEAS!, sino feas, intelectualmente lindas y con una personalidad que deja a las bonitas por el suelo. Por otra parte, esa misma fealdad de bruja, como la Noguera, es sin duda un plus al momento de buscar compañía. Aquella maldad que deja entrever en su rostro, cual Marqués de Sade con sus golpes, en busca de una presa forzosa.

Así es, las feas son las más ardientes. Porque no temen a experimentar con su cuerpo. Contorsionistas y malvadas, pero siempre con esa mirada de fiera. Ya de sólo imaginarme a Antonia Zegers en tenida de látex, con un portaligas rojo y un látigo, es sin duda la imagen más fea, pero orgásmica que puedo tener.

A lo mejor son mejores las lindas. No hay duda que es así. Pero la arrogancia y la distancia que existe entre ellas y yo sólo me dan la posibilidad de la fea. Pero, por último si las feas no me quieren, tengo la opción de las ¡FEAS!, y tal como dice el refrán, con la almohada en la cara… sirven igual.

miércoles, agosto 10, 2005

El pezón telefónico (o la historia del sexo express)



Reconozco que siempre he tenido una mente muy abierta en lo que respecta al tema sexual. En el mundo contemporáneo se habla de "Open Mind" y sí, me declaro culpable de tal apelativo.

Con la llegada de las nuevas tecnologías y todas las vainas de Mc Luhann, se han abierto nuevas posibilidades de enfrentar el sexo.

Además, debo declararme culpable por compartir con mis cercanos la mayoría de mis intimidades y una de esas personas eres tú, sí, mi arroz chaufán, que si bien en persona te vez una persona recatada, por téléfono tu conservadora visión cambia.


Tengo una amiga que es la "diosa del teléfono", que concuerda conmigo en posiciones y colores; acertamos en sabores y texturas. Una amiga que fácilmente podría estar protagonizando los infomerciales de madrugada de las líneas hot, cual Reichell o aquellas profesoras y enfermeras ninfómanas que alientan al enajenado y trabajólico chileno a gastar su paupérrimo sueldo en escuchar su melodiosa y ardiente voz.

Es en uno de sus cientos de comentarios donde me enfocaré el día de hoy. Es en una de sus tantas incursiones de las que Alexander Graham Bell se debe sentir satisfecho de su invento y debe revolcarse de felicidad en su tumba. Fue en aquella ocasión en que Chaufán comentó y describió su cuerpo completo por medio de la línea telefónica; es ahí en donde sentí la mejor sensación en mi oreja. Fue por medio del aparato telefónico donde centímetro por centímetro recorrí su piel por medio de su voz. Cada recóndito lugar de su ser se hizo presente en mi mente por medio del auricular. Fue por medio de mi tímpano por donde entró la acalorada selva de su ser. Y, descrubí su más profundo y mejor guardado secreto: sus voluminosos pesones. De un naranjo claro y bella aureola que guardaba aquel cúmulo de piel corrugada que de niño teníamos cada cuatro horas y que hoy por hoy, pedimos por segundo, pero que muchas veces la miel de su sabor nunca es entregado. Fue por medio de una simple llamada telefónica como conocí el mayor fetiche del que en este último tiempo he añorado.


Además de comentarme el colosal tamaño de su organo mamario agrega, al extasiado momento, su textura corrugada, su porosa sensación y el blanco de sus pechos. Es ahí cuando ya me imagino una muñeca Barbie con grandes senos, pezones maternales y blanca estirpe. Es aquí donde hago pública mi invitación y si es necesario mi plegaria infantil: ¡¡¡Chaufán, déjame volver a mi niñez primaria, entregame su dulzor; déjame recordar la belleza y protección del pezón materno que algún día tuve!!!. ¡¡¡Déjame demostrarte que soy un buen niño y que me tomo toda la papa, que el Viejito Pascuero me podrá traer todos mis regalos!!!!...¡¡¡Por favor, entrégame el sabor a miel que hace tiempo mi deshidratada boca no puede sentir!!!

PD. Gracias amiga por devolverme la fe en la belleza interior (y la propuesta sigue en pie).