sábado, diciembre 24, 2005

Cambio Letras por Sudor (O la otra forma de ocupar el micrófono)

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Ya pasó la tormenta, el sol abrasa con orgullo al nuevo reportero cesante del siglo XXI.

2.500 nuevos periodistas entraron al mercado laboral este diciembre. Me pregunto yo, ¿¿nos querrán meter en un campo de concentración a lo Auschwitz??. Bueno, en eso estamos ahora, buscando un campo laboral en el que seguramente ganaremos menos de lo que pagábamos como mensualidad en la universidad.

Ya, filo, en marzo vemos que se hace. Pero si ven en el LUN o en La Tercera el siguiente aviso: "Gustavo Adolfo: 24 años. Moderno, cuero, latex, sado, escatología, y demases...", es porque no he conseguido pega en mi profesión y me dediqué a la loable tarea de producir placer sexual a ancianas ABC1 que son medias frígidas con sus maridos, pero buscan jovencitos (que pueden ser sus nietos) para desatar su pasión febril en jóvenes cueros santiaguinos.

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Ahí estaré yo, comiendo un chochón añejo y apolillado, sacándole el "Lead" de sumario a sus bubies que más que pechugas parecerán bufanda.


Y ahí estaré yo, cuán pirámide invertida haciendo una entradilla en su recto con distemper, negro y con pendejos contrastando su edad. Viendo sus uñas amarillas por tanta pintura de decenios y siglos. Todo esto mientras las seniles mujeres me digan: "Hijito, huachito, ¡¡destrózame!!, ¡¡hazme sentir hembra!!", mientras su flácida piel roza mi miembro y su aguachenta saliva me ahoga la cara.


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Cambiaré las letras, los reportajes, columnas, artículos y Stand Up por vaivenes desenfrenados, caricias falsas, orgasmos fingidos, erecciones provocadas, besos económicos y penetraciones perennes en mi retina. Ya no jugaré a que tengo una profesión, sino que seré el profesional de las profesiones. Un día profesor de lectura Braile, al siguiente, seré un médico ginecólogo cachondo. O lisa y llanamente me pagarán por ser un gigoló sadomasoquista, me esposarán y me golpearán el culo al tiempo que son introducidas por mi verborrea seminal.

Esta será mi nueva vida, llena de arrugas y patas de gallo. Dándole besos y caricias a ancianas decrépitas, cuicas y melozas, que querrán experimentar lo que sus maridos jamás les hicieron. Cambiaré el uso del micrófono; ya no será un entrevista, será un conferencia de prensa exclusiva, tendré un embargo sin fín, y lo peor de todo, es que no podrá ser publicada, porque cuando ellas tengan el orgasmo y yo les eyacule su trasero desteñido o su ensalda de dientes amarilla por la nicotina de cigarros importados; me pagarán, dejarán migajas de las mesadas de sus maridos-gerentes, pero con la condición tácita, que todo, todo, todo lo que haya pasado, quedará "Off the Record".