lunes, julio 25, 2005

El emotivo paso de la razón sin razón (O la historia de la literatura avasallada)


En dónde me encuentro, a dónde voy y desde dónde vengo. Aquí estoy nuevamente desde la aurora boreal del ocaso de mi vida. Aquí estoy, entrelazando palabras emigrantes desde mi garganta no escuchada clamando pasión y desenfreno. Y dónde caí, nadie lo sabe y menos yo lo sé. La verdad es que desde hace años he estado buscado infructuosamente un rumbo a esta cosa rara llamada vida, lo que hasta hoy no encuentro.

Aquí yace el hombre con esencia de extraterrestre, o el extraterrestre con esencias de hombre, el cual ha dado su espacio de tiempo terrenal en encontrar una huella que haga seguir su camino. Guanaco, planta, mangosta y girasol. Virgen, promiscuo y libertino querido, por algunos, y odiados por muchos.

Así estoy, en la matriz de la cuaternaria sexagésima edición de vida, entre piedras y morrenas toscas de un salar desconocido, pero que de pronto se convierten en una exhumación de cuerpos en el anonimato a ras de piso, pero tan alto como un águila de montaña andina.

Este ha sido el existir de un personaje que ha dado su vida por lo distinto, que ha encontrado en la prosa una palabra de aliento e inspiración, que ha sido de los grandes poetas sus líneas trazadas con sangre y pasión, pero odiada por la burguesía de un mundo rodeado de una idiosincrasia amada por el dólar y la libra esterlina.

Qué prosa y qué líneas se encuentran ancladas en el corazón de un paupérrimo escritor, qué trazos y qué sentimientos se encuentran en un pequeño personaje de la mitología urbana, para qué estamos pariendo sentimientos en el mundo hostil de la globalización imperante de nuestros días. Para qué, para qué.

Toda una odisea de amor y desenfreno, acompañada de odio y devoción maligna, hoy lo contemporáneo con Rambou y Baudelaire, ayer Aristóteles y Platón.

Hasta cuando se esperará por la fama del trovador de sueños en pequeñas palabras de seres humanos racionales. Por qué esperar reconocimientos de una manada de bisontes ignorantes que se matan entre sí en busca de saciar su ego acobardado debajo la mortaja de libertad interna, pero que está tapando la sábana de la racionalidad.

Por qué no buscar el estilo Dalinao de aquel español magistral y trazar una Gala del tamaño de un alma por tu cuerpo. A qué debe llegar la racionalidad de un hombre para llegar al ostracismo romano actualizado entre cobijas de terror.

Encontrarán los cuadrados racionales a un Matisse o un Miró dentro de sus numerados y marcados cerebros Einstianos con su relatividad en cada retina irrelevante regular, lograrán colorear sus tenues colores blanquesinos sus pies plagados de hongos autoritarios y mezclarlos con un ocre esperanza matizado por una azul cortado de recuerdos estilizados.

Durante mi larga lucha de generación en generación, en la que me he degenerado, en este género de gema ancestral de genes generales y poco genuinos, he logrado aseverar la poca afectividad hacia el mundo del arte en cada rincón planetario de los últimos tiempos. Entre cuadrados de binomios y catetos hipotenuzados se ha perdido la esencia de los parlantes abiertos y públicos a soñar. Se ha secado el caudal de nuestras venas acostumbradas a escuchar la dulce melodía tenue, pero potente de un trazo amenazador y avasallante, capaz de matar o hacer nacer a un ser con un solo lápiz, con una tinta o una mirada. Capaz de encontrar en cada vena de estos pequeños seres apáticos e indolentes, un Nilo navegable de historias y personajes, con plantas en las bahías acanaladas y verdosas de un corazón enrojecido por la coagulación sanguínea de números y fórmulas de matemáticas exactas, pero tan inexactas a la vez, que resecan la tierna flor amarilla de la imaginación humana.

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