jueves, julio 21, 2005

Languetazo automovilístico (o la historia del músculo movedizo)


Todo parte por la pequeña rendija de su cara. La entrada a aquel cuento erótico que todo hombre siempre sueña. Aquel onírico deseo de ser la llave que abra a la persona que está por delante. Claro que sí, aquella lengua que sea el pasadizo al edén orgásmico.

Debo reconocer que me gusta más que me besen a besar. Como aseguré con anterioridad, sólo me gusta ser quién le de contacto al motor, pero que sea ella la encargada de hacer partir el automóvil. Claro que sí, no hay mejor forma de comenzar una buena relación, que no sea como el auto. Me encanta que la mujer sea quien se te encienda. Que te entregue la bencina necesaria para poder acelerar a fondo, o vulgarmente pisar la “chala” hasta el final.

Cuando en el colegio recordamos que el 94% del cuerpo es agua, no queda otra opción que utilizarla, saber qué debemos hacer con ella. Por tanto, la hidratación de un beso que lleve al desenlace es muy importante. Si además vemos que en el auto también es necesario el líquido vital, el aceite y la bencina, aunque cada vez es más cara, que la demanda de combustible es elevada. La saliba y el sudor, siempre es bienvenido.

El ronroneo es muy rico y excitante, la gata en celo siempre es bienvenida a la orquesta del amor. Es así como su mirada de animal comiendo su presa ante el humano es sin duda la mejor forma de sentirse besado.

Entrelazar músculos bucales es orgásmico. Sentir que la boca es el radiador del auto que le da la docilidad y carburación necesaria para pasar de la primera. Rozar la segunda. Esperar llegar a tercera. Si la velocidad es la adecuada llegar a CUARTA. Pero, si el vehículo es más pro y moderno pasar hasta la quinta (en otra oportunidad les comentaré de ese cambio).

2 comentarios:

Fran Orellana dijo...

Encontré genial lo que escribiste. Pero a diferencia de ti, a mi me encanta dar besos. eso.

Azaro dijo...

gracias por tus comentarios. pero me gustaría saber quién eres
Saludos
Azaro